lunes, 17 de febrero de 2020

Rembrandt y el retrato en Ámsterdam 1590-1670


Rembrandt es, sin duda, el pintor holandés más importante del siglo XVII. Mientras que la mayoría de artistas de su época se especializaron en un género concreto, él sobresalió en numerosos campos, y no solo como pintor, también como dibujante y grabador. El género del retrato fue uno de ellos y, a pesar de haber alcanzado al igual que en los otros el máximo nivel, nunca hasta ahora se había dedicado una exposición en exclusiva a su faceta como retratista.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta Rembrandt y el retrato en Ámsterdam 1590-1670, que reúne una selección de retratos realizados durante su «siglo de oro», con la figura y la obra de Rembrandt como eje central. Una excepcional selección de casi un centenar de pinturas y grabados que incluye algunos de los mejores ejemplos, tanto de Rembrandt -39 en total- como de otros artistas de la época, para mostrar la gran variedad y extraordinaria calidad de su trabajo.
La muestra está comisariada por Norbert E. Middelkoop y cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid y el apoyo de JTI. y reúne una selección de retratos realizados durante su «siglo de oro», con la figura y la obra de Rembrandt como eje central.


Como otros retratistas en Ámsterdam, Rembrandt estuvo condicionado por un mercado sujeto a las leyes de la oferta y la demanda pero, a diferencia de los otros artistas, él no dejó que la opinión de sus clientes o de sus colegas pintores interfiriera con su propio arte no convencional. Presentar su obra en esta exposición junto a la de sus contemporáneos, a la luz de sus también extraordinarios logros, permite apreciar en su justo valor la verdadera aportación de Rembrandt al arte del retrato. Igualmente, cabe destacar que tanto la muestra como el catálogo que la acompaña recogen el resultado de investigaciones recientes que han arrojado nueva luz sobre el desarrollo del retrato en Ámsterdam y, en concreto, sobre la obra de Rembrandt.

Presentar su obra en esta exposición a la luz de sus también extraordinarios logros, permite apreciar en su justo valor el verdadero aporte al arte del retrato.  La renovación del género desde sus inicios en Ámsterdam a principios de la década de 1630, Rembrandt dió a sus modelos una libertad de movimiento poco usual. Como Frans Hals en Haarlem, Rembrandt abrió en Ámsterdam nuevos caminos, inmortalizando a sus clientes en poses dinámicas que sugerían interacción con el espectador e incorporando al género del retrato aspectos que había desarrollado ya en sus escenas mitológicas, religiosas o de historia, como las cualidades narrativas, el uso del claroscuro o la representación de las emociones humanas.


A lo largo de los años se fue centrando cada vez más en los rasgos esenciales de sus modelos, en especial en los rostros. Sus pinceladas enérgicas y, especialmente en su última época, cargadas de materia pictórica han llevado a especular sobre los objetivos artísticos del pintor, que parecía estar más interesado en la representación de caracteres que en el parecido físico del retratado. En ésta misteriosa cualidad radica el secreto de la atracción que ejercen hoy en día sus retratos, incluso 350 años más tarde, sobre el público que los observa. Pero Rembrandt no estaba solo ni era un genio aislado.


En Ámsterdam había un nutrido grupo de retratistas que respondía a una alta demanda del mercado. Su talento pudo florecer gracias al auge de la economía holandesa, que enriqueció a muchas personas: antiguas familias de la ciudad, hábiles inmigrantes de otras localidades o países y, por supuesto, a la propia ciudad. Sus habitantes necesitaban viviendas adecuadas y las organizaciones cívicas, lugares de reunión representativos. De ésta manera, los retratos se convirtieron en una necesidad para cualquiera que dispusiera de suficiente espacio en la pared y anhelara ser recordado.  En ellos aparecen matrimonios, artesanos trabajando, niños, eruditos, hombres de negocios de éxito y, por supuesto, los propios pintores. Un lugar especial lo ocupan los espectaculares retratos de grupo: familias, gobernantes - tanto hombres como mujeres-, miembros de la guardia cívica, cirujanos impartiendo su lección de anatomía...


Antes de que Rembrandt irrumpiera en la escena artística de Ámsterdam, pintores de la talla de Cornelis Ketel, Cornelis van der Voort, Werner van den Valckert, Nicolaes Eliasz. Pickenoy y Thomas de Keyser fueron los primeros en beneficiarse de la creciente demanda de retratos que existió entre 1590 y 1630. Cuándo Rembrandt fue invitado a la ciudad por el pintor y marchante Hendrick Uylenburgh, cuyo estudio de pintura dirigió hasta 1636, el joven artista de Leiden se convirtió en un competidor de peso. Bien relacionado, Uylenburgh le introdujo en los círculos sociales de la ciudad, lo que sin duda le permitió entrar en contacto con nuevos clientes y mecenas.


Su matrimonio con Saskia Uylenburgh, prima del marchante, en 1634, supuso igualmente un importante ascenso en la escala social. En mayo de 1635 la pareja dejó el taller de Uylenburgh para ocupar una casa alquilada, donde el artista estableció su propio estudio. Rembrandt seguía experimentando y practicando con varios géneros y mostrando una gran diversidad de estilos. Fueron años de prosperidad económica que le permitieron comprar en 1639 una vivienda definitiva, actualmente sede del museo Rembrandthuis.  Al mismo tiempo, otros pintores llegaban a Ámsterdam con la ambición de beneficiarse de la insaciable demanda de retratos: Bartholomeus van der Helst desde Haarlem, Jacob Backer desde Frisia, Joachim von Sandrart y Jürgen Ovens desde Alemania. Incluso Frans Hals tenía clientes de Ámsterdam, aunque nunca se trasladó a vivir a la ciudad.


De los muchos alumnos y colaboradores de Rembrandt, algunos llegaron a ser también retratistas de éxito, como Ferdinand Bol, Gerbrand van den Eeckhout y Govert Flinck, quién le sucedería en el estudio de Uylenburgh. En éste caldo de cultivo se desarrolló un ambiente de sana competencia  artística entre los maestros, ansiosos por lograr el mayor número de encargos, lo que se traduciría en una altísima y constante calidad de las obras.


En 1642 fallece Saskia, dejando a Rembrandt solo a cargo de su hijo Tito, de apenas un año de edad.Fueron momentos difíciles para el pintor, su ritmo de trabajo se ralentiza y empieza a atravesar dificultades financieras. En 1647 ingresa al servicio de la casa Hendrickje Stoffels, que acabó convirtiéndose en su compañera y madre de su hija Cornelia, nacida en 1654. En aquellos años, hacia la mitad del siglo, las cosas habían empezado a cambiar en el panorama artístico de la ciudad y surgieron precursores de un estilo «académico» con una orientación más internacional en los retratos, como Cornelis Jonson van Ceulen e Isaac Luttichuys. Rembrandt, no obstante, siguió su propio camino, reduciendo los colores de su paleta y desarrollando un estilo que los funcionarios consideraban demasiado adusto y, por tanto, inapropiado para el programa de decoración del nuevo Ayuntamiento de la plaza Dam.  Algunos de sus antiguos colaboradores, como Flinck o Bol, recibieron el encargo para la ornamentación de varias salas, superando por entonces en éxito y en popularidad al maestro.


Las dificultades financieras por las que Rembrandt atravesó en aquellos años le llevaron a la venta de su colección de pinturas y objetos valiosos en subasta pública, tras declararse insolvente en 1656, tema aún en proceso de estudio por los especialistas.
La familia se trasladó a vivir al distrito de Jordaan, un barrio de clase trabajadora y, junto a su hijo Tito y Hendrickje, creó una nueva empresa artística que le permitiera seguir trabajando de manera independiente. Rembrandt continuó pintando y recibiendo diversos encargos, y aunque no tuviera el éxito de décadas anteriores, siguió siendo una figura importante y reconocida. Su influencia en el arte de su tiempo fue inmensa, con numerosos discípulos a los que enseñó su manera de pintar e incontables seguidores que perpetuaron posteriormente su estilo.
El recorrido de la exposición sigue un orden cronológico a lo largo de nueve capítulos. Las primeras salas están dedicadas a la tradición del retrato inmediatamente anterior a la llegada de Rembrandt a Ámsterdam y el inicio de la renovación del género. Les sigue un espacio centrado en sus comienzos como retratista y varias salas cronológicas que presentan a "Rembrandt y sus rivales", para terminar en "Los años finales" con obras de entre 1660 y 1670.
A mitad del recorrido hay un espacio dedicado a los retratos de género y de pequeña escala, y se reserva un último capítulo a su trabajo como grabador, con una destacada selección de retratos privados y autorretratos.


Debemos señalar, igualmente, la presencia a lo largo de los distintos capítulos, en función de su cronología, de magníficos ejemplos de los denominados tronies (del holandés tronie, que significa ‘rostro’), un tipo de retrato específico holandés en el que no se representa a una persona en concreto, sino el busto de un personaje con determinadas expresiones faciales y la figura generalmente viste ropajes exóticos o llamativos. Éstas obras servían para estudiar no solo la expresividad de los rostros, sino también la composición y la luz. 

martes, 11 de febrero de 2020

Restauración de La Plaza de San Marcos en Venecia, de Canaletto

El 10 de febrero regresa a la sala 17 en la que se expone habitualmente La Plaza de San Marcos en Venecia, de Canaletto, tras finalizar el estudio técnico y proceso de restauración llevado a cabo durante algo más de un año. Este trabajo ha sido posible gracias a una pionera campaña de micromecenazgo puesta en marcha en junio de 2018 y que, en apenas cuatro meses, logró recaudar los 35.000 euros necesarios para llevarla a cabo. Para ello, el cuadro se dividió en mil secciones,cada una con un valor simbólico de 35 euros, que fue la aportación mínima y que hizo posible que fueran muchos los que pudieron colaborar adquiriendo un ‘trocito del canaletto’
Pintada entre 1723 y 1724, La Plaza de San Marcos en Venecia es una magnífica obra de juventud del pintor veneciano, considerado máximo exponente de los vedutistas italianos del siglo XVIII. Es también uno de los pocos canalettos que se conservan en museos españoles y uno de los más representativos de su estilo, y el museo ha consentido y persistido principalmente en recuperar el estado original de la pintura, que se veía bastante deteriorado con el paso del tiempo, debido a antiguas intervenciones, y a varias capas de barniz oxidado y repintes que ocultaban la luminosidad y los colores originales de la pintura bajo un velo amarillento.


La actuación llevada a cabo por el equipo de restauradores del museo tomaron el mayor cuidado en recuperar en la medida de lo posible el estado original de la pintura, que se veía bastante deteriorado por varias capas de barniz oxidado y repintes que ocultaban la luminosidad y los colores originales de la pintura bajo un velo amarillento.
Tras realizar el correspondiente estudio técnico previo a la intervención, con el fin de determinar la forma y los medios más adecuados para su recuperación, se procedió a retirar los barnices y repintes degradados y a reintegrar algunas pérdidas de pintura. Ha sido un trabajo complejo y delicado debido al estado muy alterado y dañado de la capa pictórica, sobre todo en las zonas más oscuras y por la presencia de repintes antiguos y diferentes capas de barniz oxidado. Por éste motivo durante todo el proceso de restauración se ha contado con un seguimiento del laboratorio del propio taller del museo, que ha ido evaluando en cada momento el riesgo real de la intervención, lo que ha permitido ir ajustando el método de trabajo y las técnicas en función de los resultados que se obtenían.
La pintura presenta además un reentelado realizado en fecha indeterminada y se modificó su tamaño original, con unos 2 cm. del lienzo doblado sobre el bastidor en la parte superior y otros 2 cm en éste caso añadidos a cada lado, lo que había alterado las dimensiones originales. 
El resultado final recupera la luz de mañana y los matices con los que Canaletto concibió la pintura. La limpieza ha permitido también recobrar la nitidez de los múltiples detalles incorporados por el artista a la composición, tales como figuras, aisladas o en grupos, elementos arquitectónicos y ornamentales, los puestos del mercado, con sus animales y objetos diversos, etc.
Algunos matices difíciles de apreciar a simple vista han salido a la luz y se pueden ahora admirar gracias a las macrofotografías. Estas imágenes nos acercan un poco más a la forma de trabajar de Canaletto y a su maestría para realizar detalles minuciosos con una pincelada rápida pero muy precisa.

Estudio técnico Gracias a la toma de micromuestras, análisis de pigmentos, estratigrafías y radiografías se ha podido reconstruir el proceso creativo del cuadro y develar algunos detalles sobre la forma de pintar del gran maestro veneciano. Sobre el lienzo original, de lino con un tejido tipo tafetán, aparece una primera capa o imprimación de color rojo-anaranjado, elaborada con una mezcla de pigmentos de tierra aglutinados con aceite secante. Sobre ella se observaron algunos trazos muy finos y ligeros aplicados con carbón vegetal en seco que, posiblemente, tenían como objeto delimitar diferentes áreas que definirían la composición.
A continuación, el artista aplicó grandes manchas de color que servirían de fondo a los distintos espacios definidos dentro del cuadro: un fondo gris para el cielo, una mancha de color pardo amarillento para las zonas con más luz de la plaza y de los edificios y un fondo pardo negruzco para las arquitecturas más oscuras o en sombra. Sobre ésas grandes manchas de color Canaletto aplica la pintura al óleo, que presenta mezclas de pigmentos de gran calidad como el albayalde, el azul de Prusia, el amarillo de Nápoles, el bermellón, el laca rojo, el carbón vegetal, el negro de huesos y abundantes pigmentos de tierra de tonos rojo, sombra, anaranjado y verde. 
En determinados puntos, como en el conjunto de cúpulas que corona la basílica, se observan unos trazos de dibujo sobre la pintura que refuerzan los volúmenes de la composición final. 
Radiografía 

Las imágenes obtenidas por rayos X han permitido observar algunos detalles interesantes sobre la forma de trabajar del Canaletto. Uno de los más destacados es la huella de un compás que utilizó para situar los cuatro arcos decorativos del cuerpo superior del campanile, apreciándose en el centro de cada uno de ellos el correspondiente agujero y el trazado inciso de cada curvatura. Aunque el uso de este instrumento de dibujo por parte de los pintores no era excepcional, sí resulta llamativo su empleo sobre la capa pictórica.

La radiografía ha permitido observar también que el artista ocultó, con las últimas capas de pintura, parte de la ropa tendida entre los arcos de la fachada del palacio de las Procuradurías Viejas, e hizo algunos cambios en la chimenea, variando sus proporciones. También modificó la iluminación general de la fachada, concebida en un primer momento algo más sombría. Por su parte, las diferentes densidades de la capa pictórica que se aprecian en la imagen radiográfica muestran que ninguna pincelada está aplicada al azar y que Canaletto sabía perfectamente cómo representar complicadas composiciones arquitectónicas, como el conjunto de cúpulas, y cómo, con una pincelada rápida y suelta, es capaz de recrear hasta el mínimo detalle, poniendo de manifiesto la extraordinaria eficacia de su técnica. 
Reflectografía infrarroja

La fotografía infrarroja permite observar las líneas subyacentes que definen la perspectiva de la composición. Estas líneas forman parte del proceso creativo del cuadro y se puede ver su trazado por debajo de algunas figuras. Además de esas líneas principales, Canaletto traza otras que le permiten ir encajando los edificios. Así se ve, por ejemplo, en la fachada frontal, donde se aprecia una cuadrícula que utiliza para situar los vanos, dándoles posteriormente a una de las filas de ventanas el remate en forma de arco de medio punto y variando la disposición de alguna de ellas. También se observan cambios en la distribución de los ‘ojos de buey’ que rematan el edificio de la Procuraduría Vieja, bajo la cornisa, muchos de los cuales se ven ligeramente desplazados respecto al diseño inicial. La perspectiva Canaletto representa la famosa plaza veneciana con una escenografía arquitectónica basada en el valor matemático de las proporciones y la alteración de la perspectiva, siendo la visión final resultado de unir diversos puntos de vista. En primer lugar, el artista divide el cuadro por la mitad en vertical y, sobre un eje horizontal, establece dos puntos de fuga simétricos, a la misma distancia de la mitad compositiva de la obra. La similitud entre las líneas de perspectiva del cuadro y la imagen real de la plaza permite suponer que Canaletto utilizó una cámara oscura para trasladar al lienzo los diferentes elementos arquitectónicos. Aun así, la perspectiva creada por el pintor no se basa en la imagen directa, sino que manipula distintos puntos de vista tomados desde la plaza para crear un espacio teatral y más cerrado que el real, a modo de escenario.

Mesa interactiva y publicación

La reinstalación del cuadro en la sala 17 de la colección permanente se acompaña de una mesa interactiva con imágenes y textos explicativos que permite al visitante descubrir todos estos detalles del estudio y restauración de la obra, de su proceso creativo y de la forma de trabajar de su autor. El conocimiento de las técnicas y de los materiales empleados por los artistas es fundamental para poder concretar los procesos encaminados a detener el deterioro de la obra de arte.

Penetrar en los aspectos más íntimos del trabajo de creación permite además adentrarnos en la mente del artista y en su época y comprender, con argumentos más fundamentados, el hecho creativo y su contexto. Todo ello quedará recogido en una publicación llevada a cabo por la editorial Artika, cuya aportación a la campaña de crowdfunding permitió completar la cantidad necesaria para llevar a cabo esta restauración.


jueves, 23 de mayo de 2019

El Surrealismo de DALÍ


"Los Decires de Dalí” que pueblan la exposición, en uno de ellos se lee:
Picasso es español, yo también.
Picasso es pintor, yo también.
Picasso es un genio, yo también.
Picasso es comunista, yo tampoco”




El movimiento surrealista tuvo su génesis en 1917 con el poeta Guillaume Apollinaire -que ya le dá el nombre de Surrèalisme- y con el manifiesto que el poeta rumano Tristán Tzara publicó en 1918, en el que afirmaba el principio de la irracionalidad, la rebeldía y la negación.




















Se consolida como movimiento en Francia en 1924 con la edición del “Manifiesto Surrealista” de André Bretón, quien lo define como “Automatismo psíquico puro con ausencia de todo control ejercido por la razón y de toda preocupación estética y moral”.




El hermético grupo y la élite del surrealismo lo conformaban entre otros, Tristán Tzara, Paul Elluard, Hans Arp, Yves Tanguy, René Crevel, René Magritte, Joan Miró, y su pope mayor, André Bretón.



Fue aceptado tardíamente Salvador Dalí, quién acuñó la frase “El Surrealismo soy Yo” al ser expulsado del mismo, convirtiéndose en un paradigma de todo el arte contemporáneo y de éste movimiento particular, su mayor exponente.



Dalí desarrolló su Método Paranoico-Crítico que es llevar la mente en forma consciente al borde de la locura, provocarla, pero sin traspasarlo y crear dentro de ese límite crítico.
Con obras gráficas originales del reconocido artista español, la muestra abarca un período que va desde la década del 50 al 80 y que comprende muy variadas técnicas y materiales.

                                     










Se trata de esculturas, platas, grabados, serigrafías y litografías originales pertenecientes a una colección privada, y que fueran cedidas por Enrique Sabater, secretario y administrador de Dalí desde el año 1968 a 1980 para ser exhibida en forma itinerante en América Latina como forma de divulgación de la obra daliniana y aporte cultural a las artes plásticas.


Estas informaciones de la vida íntima y obra de Salvador Dalí, sus técnicas, materiales, asociaciones libres y sus decires, acompañan al público a lo largo del recorrido de la muestra a través de textos y paneles explicativos pensados para enriquecer la experiencia surrealista tanto del curioso principiante como del experto en Dalí.


Sorprenden las series de plata, pués son muestra de la variedad de técnicas dominadas por el genio catalán. En la serie de “Las Profesiones” de serigrafía sobre plata se destacan El Médico, El Abogado, El Arquitecto y el Diseñador de Modas, realizadas en hasta 12 colores.


La serie de las “Placas de Plata” en bajo y alto relieve incluye un homenaje a Pablo Picasso con un rostro cubista al que ciñe en sus sienes los laureles de la gloria como reconocimiento al otro gran español del Siglo XX. Pero fiel a la personalidad polémica del artista.
El Surrealismo de Dalí” se presenta bajo la curaduría de Ignacio Shanahan y en la misma se pueden destacar las siguientes Series: del Tarot, Daliniana, los Apóstoles, Casanova, entre otras que se exhiben en el Centro Cultural Borges.





domingo, 3 de marzo de 2019

PIONERAS, mujeres artistas de la vanguardia rusa


A comienzos del siglo XX, se fraguó un renacimiento cultural sin precedentes en el Imperio Ruso.
La vida artística se llenó de exposiciones y exaltados manifiestos que combinaban influencias de corrientes vanguardistas extranjeras con aspectos genuinos de la cultura rusa.
Este acontecimiento excepcional tuvo además una característica que lo diferenció del resto de los movimientos artísticos de la época: la conocida como vanguardia rusa contó con una participación femenina no solo muy numerosa, sino también extremadamente activa y relevante. Algunas de las más destacadas artistas de éste movimiento forman parte del montaje especial de Pioneras.

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Mujeres artistas de la vanguardia rusa, reúne una selección de 12 obras de las colecciones del museo con Natalia Goncharova, Alexandra Exter, Olga Rózanova, Nadeshda Udaltsova, Liubov Popova, Varvara Stepanova y Sonia Delaunay, además de textos, biografías y fotografías.

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Todas ellas crecieron y se formaron en un régimen que se aferraba a los valores de la época preindustrial y sin embargo, se convirtieron en pioneras de la creación, difusión y defensa de los nuevos lenguajes artísticos que fascinaron y escandalizaron en partes iguales a la sociedad rusa y europea de comienzos de siglo.

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Jóvenes, inteligentes, libres y rebeldes no formaron un grupo, aunque muchas de ellas individualmente se conocieron e influyeron mutuamente. Sus nombres están asociados a los diferentes movimientos que se sucedieron durante los últimos años de la Rusia de los zares y sus carreras habían alcanzado la madurez, cuándo en 1917 triunfó la Revolución de Octubre. Con su ímpetu y determinación no solo consiguieron integrarse en completa igualdad en la vanguardia, sino que en muchos sentidos la lideraron, marcando un importante hito en la historia del arte.

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Natalia Goncharova (Negaievo, 1881-París, 1962)
Desde sus primeras obras de finales de la década de 1900, Goncharova combinó a la perfección un interés por los movimientos de vanguardia europeos con la búsqueda de inspiración en el folklore y las raíces populares rusas.

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Tras ésta primera fase neoprimitivista donde se apreciaba la admiración por Gauguin y Matisse, se interesó por el cubismo y el futurismo, y finalmente desarrolló junto a Larionov, el rayonismo. Éste movimiento basado en las teorías científicas de la luz, convertía el espacio pictórico en una reflexión sobre la acción y la refracción de los rayos lumínicos.

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Alexandra Exter (Belostok, 1882-Fontenay-aux-Roses, 1949)
Alexandra Exter fue una figura clave en las conexiones entre la vanguardia rusa y las corrientes artísticas que se estaban desarrollando en Europa occidental. Su temprano interés por la escena parisiense la llevó a pasar largas temporadas en la capital francesa a partir de 1907, donde conoció entre otros a Pablo Picasso y Georges Braque. Cautivada por las posibilidades del nuevo lenguaje cubista, lo adoptó inmediatamente y se convirtió en una de sus principales embajadoras en Rusia.

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El contacto con el matrimonio Delaunay y con los futuristas italianos hizo que se interesara por la introducción del movimiento en sus obras y confirmó su apuesta por el color.
Al estallar la Gran Guerra volvió a su país donde, atraída por la obra de Kazimir Malévich, realizó sus primeras obras no figurativas. Durante éstos años inició sus colaboraciones teatrales y a partir de 1921, diseñó moda.

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Olga Rózanova (Melenki, 1886-Moscú, 1918)
Rózanova está considerada una de las artistas más originales de la vanguardia rusa que destacó tanto por su firme apuesta a favor de un arte no figurativo, como por su continua búsqueda de nuevas formas de expresión. Sus inicios estuvieron ligados al futurismo que conoció de la mano del poeta Alexei Kruchenykh, inventor del lenguaje experimental zaum.

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La artista no solo colaboró en el diseño de numerosas publicaciones futuristas, sino que ella misma comenzó a escribir poemas transracionales. En paralelo pintó sus primeras obras de estilo cubofuturista, donde el color ya era su preocupación principal.
Resultaron tan innovadoras, que Filippo Marinetti decidió incluirlas en la Primera Exposición Futurista Internacional de Roma, en 1914. 

Nadeshda Udaltsova (Orel, 1886-Moscú, 1961)
Nadeshda Udaltsova estuvo vinculada al cubismo desde que, en noviembre de 1912, viajó junto a su amiga Liubov Popova a París. Con ella asistió a las clases de Jean Metzinger y Henri Le Fauconnier en la Académie de La Palette, a partir de entonces éste lenguaje se convirtió en la base fundamental sobre la que construyó unas obras que se consideran la mejor manifestación de éste movimiento en Rusia.

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Tras la Revolución de 1917, participó activamente en diversas iniciativas culturales e impartió clases. También fue miembro del Instituto Estatal de Cultura Artística (Injuk), aunque lo abandonó en 1921 por discrepancias con los artistas de la corriente constructivista, que defendían el abandono de la pintura como práctica artística.

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Liubov Popova (Ivanovskoie, 1889-Moscú, 1924)
Desde muy temprano, Popova combinó su fascinación por el arte antiguo ruso con numerosos viajes familiares por toda Europa.
El arte clásico italiano en especial los fundamentos compositivos del estilo renacentista, dejaron una imborrable huella en ella. Interesada también por las corrientes artísticas contemporáneas, viajó a París en 1912 con su amiga Udaltsova, donde entró en contacto con el cubismo. 

Painterly Architectonic (1916)

Durante su permanencia en Italia le permitió conocer de primera mano el futurismo, combinando ambos lenguajes en sus obras. Posteriormente, su interés osciló entre el suprematismo y el constructivismo, aunque manteniendo siempre una clara independencia artística. En 1921, junto a otros artistas del Instituto Estatal de Cultura Artística (Injuk), renunció a la pintura de caballete e inició una importante carrera como diseñadora gráfica, textil y escenógrafa.

Варвара Степанова во время подготовки представления, 1924 (cropped).jpg

Varvara Stepanova ( Kaunas 1894 - Moscú 1958)
 La más joven de las pioneras admiró durante los primeros años de su carrera, a los poetas futuristas y en 1917 comenzó a escribir poemas transracionales, que se convirtieron en la base de una serie de libros manuscritos en los que siguiendo a Rozanova, combinaba texto y formas abstractas.

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Su entusiasmo por el triunfo de la Revolución de Octubre, la llevó a poblar sus obras con personajes que representaban el ideal (robótico, eficiente y dinámico) de la era socialista.
En septiembre de 1921 se unió al grupo de artistas que decidieron abandonar la pintura de caballete. Stepanova, única artista de su época con formación en artes aplicadas, expandió sus ideas al terreno del diseño de vestimenta y textil, a la decoración de espacios públicos y teatrales y se convirtió en una de las principales representantes del constructivismo. 

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Sonia Delaunay (Odesa, 1885-París, 1979)
A pesar de haber pasado la mayor parte de su vida en París, todo en la vida y la obra de Sonia Delaunay parece conectar con sus orígenes rusos. Su defensa a ultranza del color, la apuesta por la abstracción y el interés por expandir sus ideas artísticas a todos los objetos de la vida cotidiana, se asemejan enormemente a los principios estéticos que defendían muchos de sus compatriotas de la vanguardia en Rusia, con los que mantuvo contactos.


En la capital francesa, Sonia pronto se convirtió en una figura clave para la vanguardia gracias a la aventura simultaneísta que emprendió junto a Robert Delaunay, su marido desde 1910. Juntos investigaron los contrastes de color y la disolución de la forma a través de la luz, lo que los encaminó a la abstracción.

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Pioneras. Mujeres artistas de la vanguardia rusa lo Organiza: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid Sede, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 1 de marzo al 16 de junio de 2019. Sala 43, colección permanente Comisaria: Marta Ruiz del Árbol, conservadora de Pintura Moderna del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.