martes, 29 de septiembre de 2015

Edvard Munch en "Arquetipos"


"El grito" es una de las pinturas más famosas del mundo y está considerada la obra más importante del simbolista Edvard Munch. El interés de Munch por la representación expresiva de las emociones a través del arte y el modo en que supo plasmarlas a través de su pintura, y está considerado uno de los precursores más influyentes del Expresionismo.
Originalmente llamó a ésta pintura "El grito de la naturaleza" (Der Chrei der Natur) y fue creada como parte de la serie Friso de la vida sobre la vida moderna, el amor, la angustia y la muerte.
Contra la represión moral y la tristeza: contra ésto se sublevó pincel en mano el famoso artista noruego Edvard Munch. Fue hace más de cien años, allá en el norte del mundo, en la lejana ciudad de Cristianía (actual Oslo). Aunque sea uno de los pintores más caro de todos los tiempos, su obra "El Grito" se vendió en mayo de 2012 por 120 millones de dólares en la casa de subastas Sotheby`s, y poco se conoce de éste artista que cumple ciento cincuenta años de su nacimiento.
Singular, extraño, un poco dejado de lado por el público general hasta el momento reciente en que batió el récord de venta, desde entonces –y como pasa casi siempre– Munch pasó a ser un niño mimado importante del arte mundial.
Aunque su fama se debe también a la influencia que ejerció con su obra a principios del siglo XX sobre otros artistas fundamentales de las vanguardias europeas, sobre todo los expresionistas alemanes: Munch tocó el corazón artístico del grupo de artistas Der Brücke (“El Puente”), ésos feroces pintores que rompieron con toda la convención del color, tema y forma de la pintura en una Alemania violenta, de pre-guerras mundiales, junto a los artistas –expresionistas y también alemanes como Der Blaue Reiter (“El jinete azul”) y muchas de sus obras fueron prohibidas durante 1930 y 1940 por el Nazismo, calificadas de “arte degenerado”.


Entonces de dónde nació, hace tanto tiempo en un lugar tan alejado, el espíritu rebelde de Munch, con las ganas de liberarse con la pintura…?

Arrastrando de chico una historia personal trágica, su madre fallece cuándo él tenía cinco años, y su hermana cuándo tenía quince, otra de sus hermanas sufría una enfermedad mental crónica y él mismo era débil, y frecuentemente se enfermaba, y fue justamente una pintura referida a Sophie (su hermana fallecida), la que le causó el impacto y gran escándalo en la tranquila Cristianía, por 1886, cuándo Munch tenía entonces unos 20 años y había presentado ésa obra en el “Salón de otoño” de la ciudad.
El público, habituado a ver marinas y paisajes con lindos atardeceres, se sintió incómodo ante la vista de la pintura con la tragedia de una niña a punto de morir; pero se sintió aún más incómodo por la manera en que la obra estaba pintada: las formas abiertas, los dedos como sin terminar… Eso no era una pintura, decía la gente: era un garabato.
Y el público asentía, y armaba revueltas en la sala de exposiciones y hasta escupía sobre las pinturas. Entonces acudía la policía para calmar la situación. Ante ésto, Munch se mostraba sorprendido: “Es increíble que algo tan inocente como la pintura pueda causar tanto alboroto”, sostenía.
Por disgusto de su padre, que el artista frecuentara la “bohemia de Cristianía”: un movimiento de anarquistas radicales que se oponían a las agonías en las que vivía envuelto el hombre ante la nueva Modernidad, y los “bohemios” se oponían a la hipocresía de una falsa moral y lo criticaban todo.
Salvo la pintura, nada fue fácil era en la vida de Munch: tenía un carácter inestable, el alcohol le era un problema, y si bien logró hacer carrera en el arte, siempre le fue mal en las relaciones amorosas. Entre sus pocos noviazgos se cuenta el que mantuvo con la hermana de Friederich Nietzche, Elisabeth Förster-Nietzche. La relación fue el desencadenante para que el pintor volviera desde Berlín –donde estaba pasando un período– a Noruega: allí se internó en 1908, en una clínica psiquiátrica y murió en 1944, viviendo solo retirado en una casa de campo, donde lo único que hacía era pintar y estar rodeado de cuadros con una vida apática.


Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016 en el Museo Thyssen-Bornemisza se presenta a Edvard Munch en "Arquetipos", la primera exposición del pintor noruego en Madrid desde 1984.
Organizada en colaboración con el Museo Munch de Oslo, la muestra reúne una selección de ochenta obras del artista, considerado uno de los padres del arte moderno expresionista junto a Cézanne, Van Gogh y Gauguin.
En las recientes exposiciones lograron liberar a Munch de muchos estereotipos a los que se había sometido, para mostrarlo no solo como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno, sino como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística contemporánea.
Con la curaduria de Paloma Alarcó y Jon-Ove Steinaug, Edvard Munch en "Arquetipos"  propone seguir una senda centrando la atención en los aspectos más desconocidos de su fuerza creadora y en su capacidad de sintetizar las obsesiones del hombre contemporáneo.


Muy vinculado durante toda su vida a los ambientes literarios y artísticos de su época, Edvard Munch contribuyó con su obra al avance de la modernidad que se produjo en todos los ámbitos de la cultura europea a finales del siglo XIX, junto a figuras destacadas como el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August Strindberg o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
El arte de Munch surge de una mezcla de tradiciones artísticas, corrientes literarias progresistas y especulaciones esotéricas, para crear una mitología de los tiempos modernos valiéndose de arquetipos, imágenes de comportamientos humanos, Munch establece múltiples relaciones entre los signos del mundo físico y la dimensión espiritual más oculta.

Obsesiones existenciales como el amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad y la muerte, o estados de ánimo como melancolía, soledad o sumisión, se muestran en su obra a través de la actitud corporal de los personajes, paralizados en una especie de tensión estática en que su gesto expresa el sentimiento que deben representar.
Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales fueron igualmente elementos básicos de su vocabulario artístico.
La exposición reúne un total de ochenta obras, muchas nunca antes expuestas en España, que abarcan
toda la prolífica carrera del artista noruego. La mitad son préstamos del Museo Munch de Oslo y el resto pertenecen a otras instituciones de todo el mundo, como la Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de Basilea, la Tate de Londres, el MoMA de Nueva York o la National Gallery de Washington, y algunas colecciones privadas internacionales, incluyendo la pinacoteca del Museo Thyssen-Bornemisza, el único en España que posee obras de Munch, tanto en la colección permanente como en el depósito de la Colección de Carmen Thyssen-Bornemisza.
La muestra se articula en torno a un amplio catálogo de arquetipos emocionales (melancolía, amor, muerte…) y a los escenarios que están representados como (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el estudio del artista), combinando todo el recorrido con obras tempranas en sus versiones tardías, obra gráfica y pinturas para subrayar su temática existencial de su obra.

Melancolía:
Contagiado del impresionismo y todo el simbolismo de algunos artistas del cambio de siglo, Munch se aleja pronto de las tendencias naturalistas en las que se había formado y rompe con todas las convenciones artísticas y sociales de su época. Junto a algún paisaje temprano pintado al aire libre, que sirve para comprender la futura evolución del pintor, como el "Atardecer" de (1888), en la que su hermana Laura, que luego sufrirá una enfermedad mental,
aparece sola y ensimismada.
A partir de ahí, se produce una reducción formal del paisaje y los rostros de los personajes van perdiendo sus facciones. Atardecer, Melancolía y sus sucesivas versiones, o Madre e hija y Los solitarios, de diferentes etapas, son ejemplo del nuevo
lenguaje artístico, simbólico y poético que acrecienta la intensidad emocional.

Muerte:
“Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna”, dijo
Edvard Munch, que a pesar de ello, veía en ellas una alegoría de la creatividad.
El pintor consideraba el desmoronamiento físico y mental como un estado en que la imaginación estética podía superar las limitaciones de la razón y dar lugar a la experimentación.
Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en ésta pintura; "La niña enferma" y sus múltiples variaciones, tanto en pintura como en grabado, son la personificación del sentimiento existencial de miedo a la muerte.
La composición de "Muerte en la habitación de la enferma" (1896), con su teatral puesta en escena cargada de drama y dolor, o "Agonía" en la que, con su técnica abocetada de grandes y expresivas manchas de color, está representada la experiencia física de la
muerte, son algunas de las emblemáticas obras reunidas en éste espacio.

Pánico:
Durante las innovaciones científicas y tecnológicas de la segunda mitad del siglo
XIX, el nuevo ambiente urbano abarrotado por las masas, transformó el modo en que el hombre
moderno percibía su relación con el mundo.
La angustia, la ansiedad y la incertidumbre sustituyeron a los viejos ideales y convicciones, y Munch tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática, como un lugar de estrés y agitación donde el hombre se veía sometido a múchas experiencias negativas.
La versión litográfica de "El grito" presente en la exposición contiene todos los elementos de angustia existencial de la obra original, en el que un bello lugar de esparcimiento se transforma en escenario de la desintegración y destrucción de un orden racional, la siniestra figura con cabeza en forma de calavera y su mueca de terror busca desesperadamente nuestra mirada, mientras se tapa los oídos para no escuchar el grito estridente que le rodea.
Otros grabados y xilografías reunidas en la sala, como Ansiedad, Pánico o "Pánico en Oslo", representan auténticos dramas visuales cuyos aterrados protagonistas son arrastrados por el anónimo y angustiado pulular de las muchedumbres en las calles de la ciudad.

Mujer:
Munch convirtió a la mujer en el centro de su universo pictórico. "En "Mujer" (1925) están representadas tres etapas vinculadas al proceso biológico de la vida sexual femenina: la femme fragile, la femme fatale y la mujer madura.
Una síntesis de su concepción de la mujer se repetirán a lo largo de toda su obra: la mujer idealizada (femme fragile) y demonizada (femme fatale).
La primera, la mujer ideal, casta y delicada la encontramos en "Pubertad" (1914-1916) o en "Noche de verano", "La voz" (1894), unas obras con las que Munch logró establecer como nadie el paradigma del despertar de la sexualidad en la mujer, creando un modelo que imitarían más tarde otros artistas como Schiele, Kirchner o Picasso; y la otra imagen de la mujer, la seductora, amenazadora y dominadora, aparece en obras como "Mujer pelirroja con ojos verdes" y "El pecado" en (1902).

Melodrama:
El teatro de Ibsen y de Strindberg influyó en algunas pinturas del artista noruego, como queda en la serie "La habitación verde" donde los personajes parecen estar en un pequeño escenario, convertidos en actores que se mueven frente a nosotros con expresiones distorsionadas de ansiedad y dolor o en actitud introspectiva. El espacio es asfixiante, con un interior recargado, decorado con papel pintado y muebles demasiado grandes, aumentando la sensación de claustrofobia.
"Celos", en sus diversas versiones pictóricas enfrenta de manera las figuras del hombre y la mujer con el espectador, volviendo a mostrar en ésta serie la sintonía con su amigo Strindberg, que trató también el tema en sus escritos y en alguna pintura; para ambos, la experiencia del amor estimula sentimientos de celos, angustia, incertidumbre o desesperación.

Amor:
En la mayores representaciones del amor en la obra de Munch hay un cierto deleite en ése lado oscuro del sentimiento. Es el caso de "El beso", cuyos personajes entrelazados van perdiendo
progresivamente su identidad, desde que aparecen las dos figuras besándose con pasión junto a una ventana, hasta la total simbiosis de los amantes en una forma abstracta.
En las versiones de Mujer vampiro aparece la sensualidad perversa, con ésa figura desnuda abrazando a su víctima, un hombre en posición sumisa envuelto por su larga melena pelirroja que absorbe toda la energía vital; y el beso se convierte en mordisco como símbolo de posesión física y psicológica.

Nocturnos:

Partiendo del paisaje como reflejo de la tensión emocional, las escenas nocturnas de Munch acentúan su contenido psíquico gracias a todo un repertorio de signos, como sombras, árboles o rocas, que se interponen entre la visión y la percepción sensorial, entre el mundo exterior e interior.
La simplificación de las formas y el intenso juego de contraluces hacen que fijemos nuestra atención en la superficie pictórica del cuadro en" Bajo las estrellas" (1900-1905), los amantes se abrazan en una oscura noche estrellada en la que flotan las sombras; y en "Noche de invierno" (1900-1901) o en "La casa roja en la nieve" (1925-1926), los árboles parecen surgir del inconsciente y las sombras producen una sensación de inquietud y desasosiego.

Vitalismo:
Edvard Munch regresa a Noruega en 1909 trás un largo exilio voluntario en Francia y Alemania. Un sentimiento nacionalista y de armonía, y una voluntad de replanteamiento artístico, dieron lugar a
nueva etapa creadora que llevó a centrarse en motivos plásticos más terrenales, y realizar unas obras más heroicas y vitales con un estilo colorista y nuevos motivos, de escenas rurales o estaciones del año.
En "El manzano" (1921), "Adán y Eva" (1909) o "Las niñas en el puente" (1933-1935) son una buena muestra de ésta nueva faceta creadora. En muchas de éstas composiciones aparece la imagen del árbol robusto que se convierten en expresión de fuerza vital y símbolo de la cadena metabólica de la vida; una fusión perfecta entre el papel del árbol en la mitología nórdica, considerado por los vikingos como el centro del universo, y la tradición cristiana, en la que representa tanto al mundo, antes de la caída como en la tentación.

Desnudos:
Convertidos sus personajes en la personificación de pasiones y sentimientos, Munch
utiliza el cuerpo humano para formular ésas emociones, por lo que muchas de las figuras desnudas
que aparecen en sus cuadros poco tienen que ver con el problema pictórico de la representación del desnudo. Sin embargo, en las obras con figuras pintadas a partir de modelos de estudio, Munch juega con las dos cualidades corporales óptica y táctil
propias del desnudo, priorizando la belleza sensual en oposición al cuerpo frente a las emociones; lo vemos en "Desnudo femenino llorando" o en "Desnudo femenino de rodillas".
En las décadas finales de su carrera se interesó también por el tema clásico del artista y la modelo, que pinta en su estudio de Ekerly, donde se instala en 1916 trás su deambular por ciudades diversas y que convierte en ésos últimos años en espacio de experimentación y reflexión sobre las aspiraciones de su arte.
Es una etapa de madurez artística y personal en la que Munch pinta con más libertad y energía que nunca.

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