martes, 27 de octubre de 2015

"LA ILUSIÓN del LEJANO OESTE"


El Museo Thyssen-Bornemisza presenta del 3 de noviembre de 2015 al 7 de febrero de 2016 una exposición que propone, por primera vez en España, seguir los pasos de los artistas que en el siglo XIX se adentraron en los territorios del Oeste norteamericano, asumiendo mostrar sus paisajes, desconocidos y exóticos, y representar las formas de vida de los indios americanos que desaparecían por efecto de un programa ideológico, político, militar y colonizador.
Estos artistas contribuyeron a crear una “ilusión” del Lejano Oeste, combinando el entusiasmo romántico y la admiración genuina con los prejuicios y expectativas que enturbiaban la mirada del hombre blanco; una imagen que se convertiría en el mito del indio salvaje, viviendo en las praderas en comunión con la naturaleza, muy alejado de la visión que el cine popularizaría años más tarde y que estuvo centrada en mostrar el punto de vista de los ocupantes y las fatigas y peligros a los que tuvieron que enfrentarse.  Karl Bodmer, George Catlin, Henry Lewis, Albert Bierstadt, Edward S. Curtis o Carleton E. Watkins, entre otros, la exposición presenta éste apasionante capítulo, poco conocido de la historia del arte.
Algunas de las obras pertenecen a la propia colección permanente del Museo, la única en España de éstos pintores, reflejo de la pasión del barón Hans Heinrich Thyssen Bornemisza por las narraciones literarias, cinematográficas y artísticas sobre el Oeste.  La muestra comienza con un prólogo dedicado a los exploradores españoles que establecieron los primeros contactos con las tribus, ya desde el siglo XVI, que incluye diversos objetos etnográficos que se distribuyen a lo largo del recorrido, así como libros, cómics, carteles de cine y otros elementos que mostrarán la divulgación que han tenido en el siglo XX las leyendas sobre el Lejano Oeste.  A Miguel Angel Blanco, artista y curador o comisario de la exposición, interesado desde hace años en la cultura india, presenta una selección de libros-caja de su Biblioteca del Bosque, realizados con materiales que ha recogido en sus viajes por las llanuras y los cañones montañosos de Estados Unidos.

Mapear la fantasía 

La colonización estadounidense del Lejano Oeste en el siglo XIX estuvo precedida por las
expediciones colonizadoras españolas desde Florida y Nuevo México, entre los siglos XVI y XVIII, que estuvieron guiadas en un primer momento por la búsqueda del oro como imaginarias riquezas y como tal resultó una prolongada presencia en los territorios del sudoeste durante unas décadas, en toda la cuenca del Missisipi.
Quedan pocos testimonios artísticos de ésta etapa, pero contamos con la cartografía para seguir las rutas, los asentamientos, las misiones y los presidios, así como las líneas de contacto y de fricción con las tribus indias. Los mapas elegidos ofrecen además un elevado valor estético y algunos de ellos incluyen dibujos de figuras.

Hacia el Lejano Oeste: el sublime americano

Los caminos hacia el Oeste fueron abiertos por bandoleros y compañías de comercio de pieles y después por científicos y militares que realizaron largos recorridos que se hicieron acompañar por artistas que ilustraron sus hallazgos o algunos con mayor ambición artística, pintaron o fotografiaron los paisajes de sus pobladores originales. El advenimiento del ferrocarril facilitó el acceso a una naturaleza “edénica” y también turística que con gran ayuda de los artistas, pasaría a ser protegida a través del innovador sistema de parques nacionales como Yosemite, Yellowstone y el Gran Cañón, son algunos de los escenarios representados en la exposición.
La representación de ésta naturaleza desbordante y grandiosa exigió de un marco conceptual y visual apropiado a la desmesura y a la falta de referencias humanas. Pintores como Thomas Cole, Albert Bierstadt y Thomas Hill, con un exacerbado lenguaje romántico, crearon obras que tuvieron gran trascendencia en la historia del arte; y los fotógrafos como Carleton E. Watkins, Timothy O’Sullivan y William Henry Jackson establecieron un modelo de paisaje fotográfico que aún hoy continúa vigente, influyendo enormemente en la imagen que los estadounidenses que formaron entonces el Oeste.

 Las gestas artísticas de Bodmer y Catlin / Indios y vaqueros, un género pictórico

Los primeros artistas que entraron en el Oeste en los años treinta del siglo XIX no fueron paisajistas sino retratistas, con mayor o menor rigor científico los etnógrafos. George Catlin, con su extraordinaria Galería India, y Karl Bodmer, con la precisa documentación gráfica de los Viajes en el interior de Norteamérica, y del antropólogo Maximilian zu Wied-Neuwied, nos permiten conocer en profundidad los campamentos indios, la caza del búfalo y los rituales de numerosas tribus, así como su fisonomías y atuendos. Ellos dieron paso a una visión idealizada pero melancólica de la vida india, en la que funden paisaje y figuras, fantasía y etnografía.
En la segunda mitad del siglo, éstos temas ya se habían convertido en un subgénero pictórico con gran expansión popular, asociado a la pintura historica o a la costumbrista y presente en la producción de artistas como Charles M. Russell, Charles Wimar y Frederic Remington, entre otros.
La figura del jefe indio fascinó a cuántos pintores y fotógrafos tuvieron ocasión de verlos y observar sus actitudes personales. En éstos cuadros y fotografías se muestran con detalle los tocados y vestimenta, las pinturas corporales o los objetos de poder que porta cada uno de ellos.
Por primera vez en España, podrán verse los famosos retratos realizados por Bodmer y Catlin o las fotografías de jefes legendarios salidas de las cámaras de Adolph Muhr o Edward S. Curtis, tomadas años más tarde.
En ésas últimas décadas del siglo XIX, fueron incluso los propios jefes los que se preocuparon por inmortalizar su imagen; así lo hicieron Toro Sentado, Gerónimo o Joseph en el curso de sus viajes por el este de los Estados Unidos para acudir a negociaciones o encuentros, estando ya sus tribus confinadas en reservas.
A éste momento corresponde la monumental empresa fotográfica y editorial "El indio norteamericano" de Curtis, un controvertido y sin embargo valiosísimo conjunto artístico y etnográfico, hoy en gran parte perdido, del que se han seleccionado varias imágenes que se poseen.

Etnografía 

La colonización dispuso un violento impacto sobre las culturas indias, en un proceso muy rápido que los llevó casi a la desaparición. Hubo quiénes quisieron preservarse en la medida de lo posible iniciando unas colecciones que han llegado hasta nuestros días. Una selección de trajes, objetos cotidianos y rituales, armas y adornos de las culturas nativas se expondrán a lo largo del recorrido de la exposición, ilustrando algunos detalles de la forma de vida de las tribus.

Cultura popular

 Como muestra de la gran divulgación y potencial de fascinación que han tenido las leyendas del
Lejano Oeste en todo el mundo hasta hoy mismo, se presentará un conjunto de libros, cómics, carteles de cine y películas, procedentes del archivo gráfico de la Filmoteca Nacional y de la colección particular del editor Alfredo Lara, así como un gran número de objetos cedidos por la Baronesa Thyssen-Bornemisza.

Bajo la luna comanche

Como artista de la naturaleza, el comisario de la muestra Miguel Ángel Blanco se ha interesado desde hace años por el arte y la cultura de las tribus, lo que ha afianzado su
“admiración por la capacidad de interpretar las señales naturales y por su atención a las fuerzas sobrenaturales” y ha hecho suyo el ideal de vida indio de “caminar en la belleza, armonizando tierra y cielo, cuerpo y espíritu”
Cerrando la exposición, se presenta una selección de 13 libros-caja, relacionados con el Oeste americano, que forman parte de su Biblioteca del Bosque. Iniciada en 1985 y compuesta en la actualidad por 1.148 libros-caja, ésta biblioteca es un proyecto escultórico vital que recrea paisajes, experiencias y visiones, expresados en dibujos, imágenes y composiciones con elementos o materiales de la naturaleza. El artista ha realizado además una instalación con cráneos de animales simbólicos para los indios y una intervención sonora que evoca el galope de las manadas de búfalos.


martes, 29 de septiembre de 2015

Edvard Munch en "Arquetipos"


"El grito" es una de las pinturas más famosas del mundo y está considerada la obra más importante del simbolista Edvard Munch. El interés de Munch por la representación expresiva de las emociones a través del arte y el modo en que supo plasmarlas a través de su pintura, y está considerado uno de los precursores más influyentes del Expresionismo.
Originalmente llamó a ésta pintura "El grito de la naturaleza" (Der Chrei der Natur) y fue creada como parte de la serie Friso de la vida sobre la vida moderna, el amor, la angustia y la muerte.
Contra la represión moral y la tristeza: contra ésto se sublevó pincel en mano el famoso artista noruego Edvard Munch. Fue hace más de cien años, allá en el norte del mundo, en la lejana ciudad de Cristianía (actual Oslo). Aunque sea uno de los pintores más caro de todos los tiempos, su obra "El Grito" se vendió en mayo de 2012 por 120 millones de dólares en la casa de subastas Sotheby`s, y poco se conoce de éste artista que cumple ciento cincuenta años de su nacimiento.
Singular, extraño, un poco dejado de lado por el público general hasta el momento reciente en que batió el récord de venta, desde entonces –y como pasa casi siempre– Munch pasó a ser un niño mimado importante del arte mundial.
Aunque su fama se debe también a la influencia que ejerció con su obra a principios del siglo XX sobre otros artistas fundamentales de las vanguardias europeas, sobre todo los expresionistas alemanes: Munch tocó el corazón artístico del grupo de artistas Der Brücke (“El Puente”), ésos feroces pintores que rompieron con toda la convención del color, tema y forma de la pintura en una Alemania violenta, de pre-guerras mundiales, junto a los artistas –expresionistas y también alemanes como Der Blaue Reiter (“El jinete azul”) y muchas de sus obras fueron prohibidas durante 1930 y 1940 por el Nazismo, calificadas de “arte degenerado”.


Entonces de dónde nació, hace tanto tiempo en un lugar tan alejado, el espíritu rebelde de Munch, con las ganas de liberarse con la pintura…?

Arrastrando de chico una historia personal trágica, su madre fallece cuándo él tenía cinco años, y su hermana cuándo tenía quince, otra de sus hermanas sufría una enfermedad mental crónica y él mismo era débil, y frecuentemente se enfermaba, y fue justamente una pintura referida a Sophie (su hermana fallecida), la que le causó el impacto y gran escándalo en la tranquila Cristianía, por 1886, cuándo Munch tenía entonces unos 20 años y había presentado ésa obra en el “Salón de otoño” de la ciudad.
El público, habituado a ver marinas y paisajes con lindos atardeceres, se sintió incómodo ante la vista de la pintura con la tragedia de una niña a punto de morir; pero se sintió aún más incómodo por la manera en que la obra estaba pintada: las formas abiertas, los dedos como sin terminar… Eso no era una pintura, decía la gente: era un garabato.
Y el público asentía, y armaba revueltas en la sala de exposiciones y hasta escupía sobre las pinturas. Entonces acudía la policía para calmar la situación. Ante ésto, Munch se mostraba sorprendido: “Es increíble que algo tan inocente como la pintura pueda causar tanto alboroto”, sostenía.
Por disgusto de su padre, que el artista frecuentara la “bohemia de Cristianía”: un movimiento de anarquistas radicales que se oponían a las agonías en las que vivía envuelto el hombre ante la nueva Modernidad, y los “bohemios” se oponían a la hipocresía de una falsa moral y lo criticaban todo.
Salvo la pintura, nada fue fácil era en la vida de Munch: tenía un carácter inestable, el alcohol le era un problema, y si bien logró hacer carrera en el arte, siempre le fue mal en las relaciones amorosas. Entre sus pocos noviazgos se cuenta el que mantuvo con la hermana de Friederich Nietzche, Elisabeth Förster-Nietzche. La relación fue el desencadenante para que el pintor volviera desde Berlín –donde estaba pasando un período– a Noruega: allí se internó en 1908, en una clínica psiquiátrica y murió en 1944, viviendo solo retirado en una casa de campo, donde lo único que hacía era pintar y estar rodeado de cuadros con una vida apática.


Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016 en el Museo Thyssen-Bornemisza se presenta a Edvard Munch en "Arquetipos", la primera exposición del pintor noruego en Madrid desde 1984.
Organizada en colaboración con el Museo Munch de Oslo, la muestra reúne una selección de ochenta obras del artista, considerado uno de los padres del arte moderno expresionista junto a Cézanne, Van Gogh y Gauguin.
En las recientes exposiciones lograron liberar a Munch de muchos estereotipos a los que se había sometido, para mostrarlo no solo como símbolo universal de la angustia y la alienación del hombre moderno, sino como un creador esencial en la formulación de la sensibilidad artística contemporánea.
Con la curaduria de Paloma Alarcó y Jon-Ove Steinaug, Edvard Munch en "Arquetipos"  propone seguir una senda centrando la atención en los aspectos más desconocidos de su fuerza creadora y en su capacidad de sintetizar las obsesiones del hombre contemporáneo.


Muy vinculado durante toda su vida a los ambientes literarios y artísticos de su época, Edvard Munch contribuyó con su obra al avance de la modernidad que se produjo en todos los ámbitos de la cultura europea a finales del siglo XIX, junto a figuras destacadas como el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, el escritor sueco August Strindberg o el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
El arte de Munch surge de una mezcla de tradiciones artísticas, corrientes literarias progresistas y especulaciones esotéricas, para crear una mitología de los tiempos modernos valiéndose de arquetipos, imágenes de comportamientos humanos, Munch establece múltiples relaciones entre los signos del mundo físico y la dimensión espiritual más oculta.

Obsesiones existenciales como el amor, el deseo, la ansiedad, los celos, la enfermedad y la muerte, o estados de ánimo como melancolía, soledad o sumisión, se muestran en su obra a través de la actitud corporal de los personajes, paralizados en una especie de tensión estática en que su gesto expresa el sentimiento que deben representar.
Las formas planas y sinuosas, el color simbólico, la deformación expresiva del cuerpo, o la utilización de texturas y técnicas experimentales fueron igualmente elementos básicos de su vocabulario artístico.
La exposición reúne un total de ochenta obras, muchas nunca antes expuestas en España, que abarcan
toda la prolífica carrera del artista noruego. La mitad son préstamos del Museo Munch de Oslo y el resto pertenecen a otras instituciones de todo el mundo, como la Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de Basilea, la Tate de Londres, el MoMA de Nueva York o la National Gallery de Washington, y algunas colecciones privadas internacionales, incluyendo la pinacoteca del Museo Thyssen-Bornemisza, el único en España que posee obras de Munch, tanto en la colección permanente como en el depósito de la Colección de Carmen Thyssen-Bornemisza.
La muestra se articula en torno a un amplio catálogo de arquetipos emocionales (melancolía, amor, muerte…) y a los escenarios que están representados como (la costa, la habitación de la enferma, el abismo, el bosque, la noche, el estudio del artista), combinando todo el recorrido con obras tempranas en sus versiones tardías, obra gráfica y pinturas para subrayar su temática existencial de su obra.

Melancolía:
Contagiado del impresionismo y todo el simbolismo de algunos artistas del cambio de siglo, Munch se aleja pronto de las tendencias naturalistas en las que se había formado y rompe con todas las convenciones artísticas y sociales de su época. Junto a algún paisaje temprano pintado al aire libre, que sirve para comprender la futura evolución del pintor, como el "Atardecer" de (1888), en la que su hermana Laura, que luego sufrirá una enfermedad mental,
aparece sola y ensimismada.
A partir de ahí, se produce una reducción formal del paisaje y los rostros de los personajes van perdiendo sus facciones. Atardecer, Melancolía y sus sucesivas versiones, o Madre e hija y Los solitarios, de diferentes etapas, son ejemplo del nuevo
lenguaje artístico, simbólico y poético que acrecienta la intensidad emocional.

Muerte:
“Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna”, dijo
Edvard Munch, que a pesar de ello, veía en ellas una alegoría de la creatividad.
El pintor consideraba el desmoronamiento físico y mental como un estado en que la imaginación estética podía superar las limitaciones de la razón y dar lugar a la experimentación.
Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en ésta pintura; "La niña enferma" y sus múltiples variaciones, tanto en pintura como en grabado, son la personificación del sentimiento existencial de miedo a la muerte.
La composición de "Muerte en la habitación de la enferma" (1896), con su teatral puesta en escena cargada de drama y dolor, o "Agonía" en la que, con su técnica abocetada de grandes y expresivas manchas de color, está representada la experiencia física de la
muerte, son algunas de las emblemáticas obras reunidas en éste espacio.

Pánico:
Durante las innovaciones científicas y tecnológicas de la segunda mitad del siglo
XIX, el nuevo ambiente urbano abarrotado por las masas, transformó el modo en que el hombre
moderno percibía su relación con el mundo.
La angustia, la ansiedad y la incertidumbre sustituyeron a los viejos ideales y convicciones, y Munch tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática, como un lugar de estrés y agitación donde el hombre se veía sometido a múchas experiencias negativas.
La versión litográfica de "El grito" presente en la exposición contiene todos los elementos de angustia existencial de la obra original, en el que un bello lugar de esparcimiento se transforma en escenario de la desintegración y destrucción de un orden racional, la siniestra figura con cabeza en forma de calavera y su mueca de terror busca desesperadamente nuestra mirada, mientras se tapa los oídos para no escuchar el grito estridente que le rodea.
Otros grabados y xilografías reunidas en la sala, como Ansiedad, Pánico o "Pánico en Oslo", representan auténticos dramas visuales cuyos aterrados protagonistas son arrastrados por el anónimo y angustiado pulular de las muchedumbres en las calles de la ciudad.

Mujer:
Munch convirtió a la mujer en el centro de su universo pictórico. "En "Mujer" (1925) están representadas tres etapas vinculadas al proceso biológico de la vida sexual femenina: la femme fragile, la femme fatale y la mujer madura.
Una síntesis de su concepción de la mujer se repetirán a lo largo de toda su obra: la mujer idealizada (femme fragile) y demonizada (femme fatale).
La primera, la mujer ideal, casta y delicada la encontramos en "Pubertad" (1914-1916) o en "Noche de verano", "La voz" (1894), unas obras con las que Munch logró establecer como nadie el paradigma del despertar de la sexualidad en la mujer, creando un modelo que imitarían más tarde otros artistas como Schiele, Kirchner o Picasso; y la otra imagen de la mujer, la seductora, amenazadora y dominadora, aparece en obras como "Mujer pelirroja con ojos verdes" y "El pecado" en (1902).

Melodrama:
El teatro de Ibsen y de Strindberg influyó en algunas pinturas del artista noruego, como queda en la serie "La habitación verde" donde los personajes parecen estar en un pequeño escenario, convertidos en actores que se mueven frente a nosotros con expresiones distorsionadas de ansiedad y dolor o en actitud introspectiva. El espacio es asfixiante, con un interior recargado, decorado con papel pintado y muebles demasiado grandes, aumentando la sensación de claustrofobia.
"Celos", en sus diversas versiones pictóricas enfrenta de manera las figuras del hombre y la mujer con el espectador, volviendo a mostrar en ésta serie la sintonía con su amigo Strindberg, que trató también el tema en sus escritos y en alguna pintura; para ambos, la experiencia del amor estimula sentimientos de celos, angustia, incertidumbre o desesperación.

Amor:
En la mayores representaciones del amor en la obra de Munch hay un cierto deleite en ése lado oscuro del sentimiento. Es el caso de "El beso", cuyos personajes entrelazados van perdiendo
progresivamente su identidad, desde que aparecen las dos figuras besándose con pasión junto a una ventana, hasta la total simbiosis de los amantes en una forma abstracta.
En las versiones de Mujer vampiro aparece la sensualidad perversa, con ésa figura desnuda abrazando a su víctima, un hombre en posición sumisa envuelto por su larga melena pelirroja que absorbe toda la energía vital; y el beso se convierte en mordisco como símbolo de posesión física y psicológica.

Nocturnos:

Partiendo del paisaje como reflejo de la tensión emocional, las escenas nocturnas de Munch acentúan su contenido psíquico gracias a todo un repertorio de signos, como sombras, árboles o rocas, que se interponen entre la visión y la percepción sensorial, entre el mundo exterior e interior.
La simplificación de las formas y el intenso juego de contraluces hacen que fijemos nuestra atención en la superficie pictórica del cuadro en" Bajo las estrellas" (1900-1905), los amantes se abrazan en una oscura noche estrellada en la que flotan las sombras; y en "Noche de invierno" (1900-1901) o en "La casa roja en la nieve" (1925-1926), los árboles parecen surgir del inconsciente y las sombras producen una sensación de inquietud y desasosiego.

Vitalismo:
Edvard Munch regresa a Noruega en 1909 trás un largo exilio voluntario en Francia y Alemania. Un sentimiento nacionalista y de armonía, y una voluntad de replanteamiento artístico, dieron lugar a
nueva etapa creadora que llevó a centrarse en motivos plásticos más terrenales, y realizar unas obras más heroicas y vitales con un estilo colorista y nuevos motivos, de escenas rurales o estaciones del año.
En "El manzano" (1921), "Adán y Eva" (1909) o "Las niñas en el puente" (1933-1935) son una buena muestra de ésta nueva faceta creadora. En muchas de éstas composiciones aparece la imagen del árbol robusto que se convierten en expresión de fuerza vital y símbolo de la cadena metabólica de la vida; una fusión perfecta entre el papel del árbol en la mitología nórdica, considerado por los vikingos como el centro del universo, y la tradición cristiana, en la que representa tanto al mundo, antes de la caída como en la tentación.

Desnudos:
Convertidos sus personajes en la personificación de pasiones y sentimientos, Munch
utiliza el cuerpo humano para formular ésas emociones, por lo que muchas de las figuras desnudas
que aparecen en sus cuadros poco tienen que ver con el problema pictórico de la representación del desnudo. Sin embargo, en las obras con figuras pintadas a partir de modelos de estudio, Munch juega con las dos cualidades corporales óptica y táctil
propias del desnudo, priorizando la belleza sensual en oposición al cuerpo frente a las emociones; lo vemos en "Desnudo femenino llorando" o en "Desnudo femenino de rodillas".
En las décadas finales de su carrera se interesó también por el tema clásico del artista y la modelo, que pinta en su estudio de Ekerly, donde se instala en 1916 trás su deambular por ciudades diversas y que convierte en ésos últimos años en espacio de experimentación y reflexión sobre las aspiraciones de su arte.
Es una etapa de madurez artística y personal en la que Munch pinta con más libertad y energía que nunca.

jueves, 7 de mayo de 2015

ZURBARÁN; una nueva mirada


El Museo Thyssen-Bornemisza presenta desde el 9 de junio al 13 de septiembre la exposición Zurbarán: una nueva mirada, donde plantea una revisión actualizada de la obra del gran maestro del Siglo de Oro español con descubrimientos y estudios realizados en las últimas décadas,que enriqueceron el conocimiento del artista y su trabajo.
La selecicón en primer lugar está centrada en la obra autógrafa de Zurbarán, con piezas de distintas épocas que realizó a lo largo de toda su carrera. Las obras expuestas proceden de museos españoles, europeos y americanos, e incluyen algunas que nunca fueron expuestas en España y otras que han pasado a formar parte del catálogo del pintor después de 1988. También se presenta una sala dedicada a la producción de los ayudantes del taller y otra dedicada a la naturaleza muerta, en la que se reunen algunos de los escasos bodegones del maestro junto a los de su hijo Juan.
Trás su presentación en Madrid, que cuenta con el mecenazgo de Japan Tobacco International, la exposición viajará a Alemania, para el Museum Kunstpalast de Düsseldorf donde podrá visitarse del 10 de octubre de 2015 al 31 de enero de 2016.
Francisco de Zurbarán es uno de los artistas más avanzados de su época. El atractivo de su obra desborda ampliamente el ámbito hispano y lo convierte en figura entre los nombres más destacados de la pintura europea.
Pintor de lo concreto, de formas geometrizadas, con duras aristas, y grandes superficies lisas, junto al universo solemne y silencioso que transmite su obra, con algunas sensibilidades de movimientos artísticos del siglo XX, del cubismo a la pintura metafísica, poniendo de manifiesto su gran actualidad religiosa.
Zurbarán es también uno de los pintores españoles del siglo XVII que mejor ha expresado el sentimiento religioso en su obra con una sutil síntesis entre misticismo y realismo.
La mayor parte de su vida pasó en Sevilla dedicado a la a pintar sus cuadros con devoción, retablos o ciclos monásticos para las comunidades monacales florecientes en aquella época, como dominicos, franciscanos o mercedarios.

Los religiosos sevillanos le encargaban en su taller conjuntos que marcaron su estilo de concepción tenebrista de la luz como así las figuras escultóricas que llenaban de dignidad el espacio de luz dando esa sensación de profundizar la fé. Colorista excepcional, su profundo interés por expresar la perfección de las cosas, hace que las telas y los enseres representados de la naturaleza sean - flores, frutas, vasijas- de forma dispuesta adquieran el rango de protagonistas junto a los rostros y las manos de los personajes.

Algunos ejemplos los encontramos en su famosa serie de santas que representa de forma novedosa, solas, vestidas con ricos y suntuosos trajes y con rostros de gran belleza y de mirada expresiva.
De sus manos han surgido también algunos de los bodegones más influyentes de la pintura española, construidos con toscos objetos, éstas obras tienen la virtud de transmitir al espectador todo un mundo de sensaciones plenas de trascendencia.

Sesenta y tres obras se presentarán en su mayoría de gran formato distribuidas en siete salas, siguiendo un orden cronológico y atendiendo también a la naturaleza del encargo por las que fueron ejecutadas. Con éste planteamiento el visitante encontrará espacios dedicados a las comunidades religiosas junto a otras, incluyendo a dos salas dedicadas a bodegones y a los artistas que colaboraron en su taller.
Bodegón con cacharros, oleo sobre lienzo, 47 x 79 cm. Barcelona, MNAC. Museu Nacional d’Art de Catalunya. Legado de la Colección Cambó. 1650-1655
Hijo de un comerciante acomodado, Francisco de Zurbarán nació en Fuente de Cantos (Badajoz) en 1598 y fue el menor de cinco hermanos varones.


En 1629, Zurbarán se instaló con su familia en Sevilla y continuó trabajando en grandes conjuntos solicitados por religiosos. En 1634 su amistad con Velázquez le brindaron la oportunidad de liberarse de la tutela de su clientela monástica y colaborar en la mayor empresa madrileña de la época: la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Zurbarán se traslada por un tiempo a la capital, donde pinta dos grandes cuadros de historia con el tema del Socorro de Cádiz y una serie sobre los trabajos de Hércules, muy realista que hoy sorprende. De regreso a Sevilla, realizó dos de sus series más importantes: el retablo mayor para la cartuja de Jerez (Cádiz), Los grandes ciclos monásticos de 1638 y 1639 marcan el apogeo de su trabajos con La adoración de los Magos (c.1638-1639) procedente del Musée de Grenoble o el Martirio de Santiago del Museo del Prado.


Se formó en Sevilla, en el taller de Pedro Díaz de Villanueva, donde está documentado en enero de 1614. Concluido su aprendizaje, contrae matrimonio con María Páez en 1617, en Llerena, con 19 años de edad. Con ella tuvo tres hijos, entre ellos Juan, futuro pintor y colaborador. Zurbarán se casó en dos ocasiones más, con Beatriz de Morales en 1625 y con Leonor deTordera en 1644.
Tanto el maestro como el taller se interesaron por el mercado americano, especialmente de Lima y Buenos Aires, hacia donde embarcaron pinturas destinadas a iglesias y monasterios. A partir de 1640, su taller se centra en importantes series de personajes de pie, iniciadas con Los Apóstoles de Lisboa (1633) y con frecuencia destinadas al mercado colonial.
"Cristo muerto en la Cruz" del Museo de Bellas Artes de Asturias, colección Pedro Masaveu, la Casa de Nazaret de una colección madrileña.

 El estilo de Zurbarán empezó a cambiar hacia 1650 cuándo su pincelada se torna más suave, los efectos lumínicos se moderan, los fondos se vuelven más claros y las tonalidades de sus figuras se hacen mucho más luminosas. Su entrañable mirada sobre la infancia se expresa en imágenes de la "Virgen niña dormida"y representaciones de la Inmaculada, devoción nueva de la que Sevilla lo convierte en adalid de éstos temas monásticos.

La belleza de su estilo tardío muestra una evolución de su pintura hacia una mayor dulzura y refinamiento. Incluso antes que Murillo, Zurbarán se hace eco también con gran naturalidad de la renovación que introduce en la Reforma Católica.
San Francisco en meditación, 1639. Óleo sobre lienzo, 162 x 137 cm. Londres, The National Gallery. Legado por Major Charles Edmund Wedgwood, 1946