sábado, 17 de julio de 2010

Se renovó la CAPILLA SIXTINA como hace 5 siglos

"Las verdades de nuestra fé nos hablan desde cada lugar. De ellas, el genio humano ha sacado la inspiración empeñándose en revestirlas de formas de una belleza inigualable". Con estas palabras pronunciadas en la Homilía durante la Santa Misa celebrada el 8 de abril de 1994, con motivo de la conclusión de los trabajos de restauración del Juicio Universal, el Santo Padre Juan Pablo II ha deseado recalcar el carácter sagrado del lugar a través del cuál las pinturas, tal como las imágenes de un libro, sirven para hacer más comprensibles las verdades expresadas en la Sagradas Escrituras.
La Capilla Sixtina debe su nombre al Papa Sixto IV della Rovere (pontífice desde 1471 hasta 1484) quien hizo reestructurar la antigua Capilla Magna entre el año 1477 y el 1480. La decoración del s. XV de las paredes incluye: las falsas cortinas, las Historias de Moisés (paredes sur - entrada) y de Cristo (paredes norte - entrada) y los retratos de los Pontífices (paredes norte - sur - entrada).
Fue realizada por un equipo de pintores formado originariamente por Pietro Perugino, Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli, en sus respectivos talleres y por algunos de sus colaboradores más estrechos que se destacaron Biagio di Antonio, Bartolomeo della Gatta y Lucas Signorelli. Sobre la bóveda, Pier Matteo d'Amelia pintó un cielo estrellado.
El 15 de agosto de 1483 Sixto IV consagró la nueva capilla a la Asunción de la Virgen y la dedicó a ella. Julio II della Rovere (pontífice desde 1503 hasta 1513), sobrino de Sixto IV, decidió modificar parcialmente la decoración de ésta, confiando el encargo a Miguel Ángel en 1508, quien pintó la bóveda y los lunetos, en la parte alta de las paredes. En octubre de 1512 el trabajo había terminado y el día de Todos los Santos (1° de noviembre), Julio II inauguró la Sixtina con una misa solemne.
En los nueve recuadros centrales se hallan representadas las Historias del Génesis, desde la Creación hasta la Caída del hombre, el Diluvio y el nuevo renacer de la humanidad con la familia de Noé.  
Al visitar hoy la Capilla Sixtina, con sus imponentes frescos de Miguel Angel, Perugino y Botticelli, deja sin aliento, pero la noche del 14 de julio se presentó más majestuosa y en su máximo esplendor al mostrarse su renovación impecable con su restauración donde fue posible admirar la capilla más importante del Vaticano como solía verse hace casi 500 años: "decorada en su parte baja por seis espectaculares tapices realizados por Rafael (1483-1520), uno de los más celebres artistas del Renacimiento, por encargo de papa León X".
Éstos valiosísimos trabajos de Rafael -que se conservan en la Pinacoteca Vaticana y que representan las historias de San Pedro y San Pablo-, fueron exhibidos excepcionalmente en su propio lugar natural porque cuatro de ellos viajarán próximamente a Londres en septiembre, en ocasión del viaje de Benedicto XVI al Reino Unido. Allí se reunirán por primera vez con siete de los diez (dibujos) que hizo Rafael para realizar los tapices, tejidos en Bruselas en el famoso taller de artesanos de Pieter van Aelst.
Los tapices del Papa que son propiedad de la reina de Inglaterra, serán exhibidos juntos por primera vez en el Museo de Victoria y Alberto, de Londres por tratarse de un evento único, que ni siquiera pudo ver el mismo Rafael (ya que los dibujos, al principio, se quedaron en Bruselas, mientras que los tapices fueron enviados a Roma), según se reveló en una conferencia de prensa en la Sala Regia del Palacio Apostólico, adyacente a la Capilla Sixtina.
El genial Rafael -que tenía pintado los frescos en las cuatro estancias del apartamento de Julio II en el Vaticano- recibió en 1515 el encargo de realizar los tapices para la parte baja de la Capilla Sixtina de parte de León X (Juan de Médicis), hijo de Lorenzo el Magnífico.
"Cuando León X asumió, dos predecesores, Sixto IV y Julio II, habían decorado el centro espiritual del Palacio Apostólico Vaticano con frescos de Botticelli, Domenico Ghirlandajo, Perugino y Miguel Angel. El papa León X quiso sumarse a ésta sinfonía de imágenes y como todas las superficies posibles aptas para la pintura estaban cubiertas, decidió enriquecerlas con decoraciones efímeras", contó el profesor Arnold Nesselrath, de los Museos Vaticanos.
Como a partir de 1400 las obras de tapicería se habían convertido en un objeto de grán éxito, porque, además de embellecer los salones, eran muy prácticos -pues podían enrollarse, moverse de lugar para cambiar el aspecto de un ambiente-, los tapices se tornaron carísimos.
"Si los dibujos de Rafael costaron 100 ducados de oro cada uno, la elaboración de los tapices costó 1500 ducados de oro cada uno. Es decir, el trabajo de Rafael más el de los renombrados talleres de Pieter van Aelst en Bruselas tuvieron un costo cinco veces superior al pagado a Miguel Angel por los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina", destacó Anna Maria De Strobel, experta en tapices de la Pinacoteca Vaticana.
Más allá del valor de los hilos, algunos, de oro, tejer un tapiz era una tarea muy compleja. Los artesanos flamencos, tuvieron que cortar los cartoni de Rafael en tiras para colocarlos debajo del telar y poder copiarlos luego, con gran precisión, sobre cada tapiz, tejiendo desde atrás.
Las tiras pintadas de los dibujos fueron más tarde reunidas y los cartoni fueron reconocidos como obras de arte. Tal es así que durante muchos años hubo una suerte de competencia entre el Reino Unido y el Vaticano para establecer quién poseía la obra más valiosa.
Los tapices de Rafael pudieron verse por última vez en la Capilla Sixtina hace 30 años según el profesor Antonio Paolucci, director de los Museos Vaticanos, y por entonces aún no se habían restaurado los frescos de la Capilla Sixtina ni los tapices: "Por eso, ésta vez, los reastauradores ajustaron los colores mucho más a lo que fueron originalmente y presentaron su obras restauradas en la actualidad".

miércoles, 23 de junio de 2010

Descubren íconos de los apóstoles en Roma de la época del cristianismo

Por medio de la tecnología laser la arqueología sacó a luz en una catacumba en la periferia de Roma, imágenes del siglo IV después de Cristo de los apóstoles Pablo, Pedro, Andrés y Juan cerca de la Basílica de San Pablo Extramuros.
El Vaticano anunció que éstos antiguos íconos se descubrieron a cuatro metros de profundidad de un edificio de oficinas comerciales de ocho pisos que fuera construído en 1950 y sus pilares consiguieron conservar la catacumba, una de las 30 descubiertas debajo del suelo romano conocida como Santa Tecla desde 1720 que estaba protegida por material calcáreo que conservaron los frescos encontrados.
En trabajos anteriores los arqueólogos encontraron el rostro de San Pablo y supusieron que era una galería de nobles por lo cuál sospecharon que podrían encontrarse más íconos.
Éstos íconos de Pedro, Pablo, Andrés y Juan están en la parte superior de una pequeña cámara funeraria, con colores ocre y rojo, en las catacumbas de Santa Tecla, situadas a unos 500 metros de la basílica de San Pablo, una de las cuatro más importantes de la capital italiana, donde está la sepultura de Pablo.
Éstas catacumbas fueron hechas a petición de una "nobildonna" (mujer perteneciente a una familia noble, pero sin título de nobleza) que permitiera que "éste descubrimiento demuestre la introducción y la difusión del culto de los apóstoles en los orígenes del cristianismo", explicó a la prensa Barbara Mazzei, directora de la restauración de esta cámara funeraria, durante una visita organizada por el Vaticano.
En la bóveda pueden verse la imagen de la matrona romana que vivió en San Girolamo a final del siglo IV que podía ser una aristócrata convertida al cristianismo al viajar a Tierra Santa, y a su regreso mandó reproducir imágenes de los apóstoles. Los cuatro apóstoles están pintados en el cieloraso dentro de círculos con bordes dorados y fondo en color ocre.
Mazzei fue la responsable de la restauración de las obras que están enmarcados en oro colocados en los cuatro rincones del techo .
Para proteger los íconos no será posible ser visitada por el público hasta no regular los permisos especiales para hacerlo por ahora solo para pequeños grupos de personas.

domingo, 4 de abril de 2010

"Un universo futurista en el arte italiano"

La Fundación Proa inauguró una muestra de 240 piezas del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), que recorren la historia y creatividad del futurismo italiano en pintura, música, danza, teatro, arquitectura, vestimenta y otros ámbitos.
En 1909, Filippo Tommaso Marinetti lanzó a través del periódico francés Le Figaro , el primer Manifiesto del Futurismo, que proponía la destrucción de los museos, de las bibliotecas, del moralismo, a la vez que pontificaba por el amor al peligro, la guerra, la "belleza de la velocidad".
Una nueva sociedad requería en ése tiempo no sólo cambiar la estética del mundo visual del arte, sino también la experiencia de la vida cotidiana. "Otras vanguardias querían renovar el arte, pero el único movimiento que quiso cambiar la vida,fue el futurismo".
El público que visite la muestra encontrará instrumentos de música futurista y podrá escuchar grabaciones particulares de sonidos; verá los diseños de ropa futuristas, y también proyectos arquitectónicos en una nueva concepción del espacio.
El Universo Futurista, título de la exposición, abarca de 1909 a 1936, período en el cuál se sucedieron 36 manifiestos redactados por los diversos integrantes del movimiento.
La palabra escrita era un arma de lucha, y la terminología que empleaban así lo demuestra.
El teórico del futurismo, Marinetti fue la figura controvertida porque buscaba subvertir con sus propuestas los órdenes establecidos, si no fuera por su amistad con Benito Mussolini.
"Al conocerse ambos en 1912, son anticlericales y tienen ideas socialistas y en 1922 cuando Mussolini llega al poder y Marinetti seguirá siendo su amigo, a pesar de no ser militante del movimiento fascista. Existe un Marinetti políticamente ambiguo, pero en él no hay apología al régimen", sostuvo Belli.
Italia, en la primera década del siglo XX, era un país atrasado, con poca industrialización -señala Belli-, y Marinetti lanzó la utopía de transformarla.
Entre las pinturas que se exhiben en ésta muestra están las líneas y los colores de aquellas que logran una composición dinámica de la representación, y que representan el movimiento en sí mismo.
Así se suceden también los nombres de Giacomo Balla, Gino Severini, Roberto Baldesarri, Tullio Crali, Umberto Boccioni, Luigi Russolo, entre otros referentes del movimiento y se descubren allí cuadros del artista argentino Emilio Pettoruti, quién participó durante su experiencia europea en 1913 que asimiló la enseñanza de las vanguardias de la época, que se evidencian en las obras expuestas en Proa.
En 1926, Marinetti llegó a América latina para promocionar el movimiento en Brasil, Uruguay y la Argentina y regresaría diez años después como delegado oficial del PEN Club de Roma, que era una asociación mundial de escritores.
En esa oportunidad, los integrantes de la revista argentina Martín Fierro ofrecieron una cena homenaje al poeta, aunque tomaron distancia del "hombre político".
Belli sostuvo que otra de las novedades que introdujo el líder del futurismo fue "inventar un modo de comunicar el arte", al hacerlo de manera mediática y espectacular, lo cuál era toda una novedad para el mundo intelectual de su época.
La estética del futurismo, que se puede ver en el vestuario para obras de teatro y en las marionetas de Fortunato Depero, en trajes para la vida cotidiana de Enrico Prampolini, en la música que anticipó sobre sus líneas y colores de sus pinturas que llegan a la abstracción, que aún hoy sorprende.
Con esta muestra, la Fundación Proa, que dirige Adriana Rosenberg, se suma a los festejos del centenario de este movimiento cultural que el año pasado se realizaron en algunos de los principales centros de exposición del mundo, a la vez que continúa su objetivo de dar a conocer al público argentino en su bicentenario los más importantes referentes y movimientos de vanguardia del siglo XX.