

Aquí Ferrari con sus nuevas esculturas expandidas trabaja por agregación, sin martillo ni buril, sólo con una espumada herramienta creativa que en sus manos que manipula desde un tubo. "El tubo contiene el poliuretano que se condensa y forma la piel de la creación" nos dice el artista.
La obra de Ferrari cumple así el propósito de señalar el mal que no nos infiltre como lo provocó con la Iglesia en su obra sacra más
polémica por aquellos paroxismos erráticos de la pintura antigua que manifestó al exponer en la Recoleta, ese año en que la polémica traspasó a la ciudad de Buenos Aires y algunos jueces.
Los maestros consumados siempre son la sorpresa que nos muestran a través de sus obras, en éste caso los músicos vertidos en éstas esculturas poliuretánicas con distintos instrumentos y que nos representa también como ése músico del ideario urbano popular: la cacerola que también sonó muchas veces en la calle con lo que Ferrari produce algo significativo y trasgresor que siempre sorprende.
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